La capacidad de adaptación del ser humano ha sido uno de los principales factores del desarrollo de la humanidad. Uno se va curtiendo de los estímulos que le son agresivos hasta sentirlos cada vez menos, dejar de sentirlos o naturalizarlos. Nos acostumbramos al frío, al calor, a lo picante, a lo salado, a los golpes deportivos, hasta define que no le molesten el olor de las cloacas a cielo abierto cuando visita a los compañeros en sus casas. Recorriendo las barriadas uno decide que no puede acostumbrarse a las caritas sucias y pies descalzos de niñas y niños en invierno, a los techos que se caen, al humo que enferma los pulmones.
Este miércoles en una mañana nublada y fría, entrando al cementerio de la ciudad de Paraná para despedir a Jonathan, vi a Macarena que esperaba alejada del lugar del entierro. Fue, pero se mantuvo lejos de ese momento de dolor que provoca la última despedida. Hace tres meses Macarena, en ese mismo lugar, despidió a Jonathan, su hermano, también asesinado por el mismo implacable asesino, y a este dolor no hay forma de acostumbrarse.
Jonatan Reiger, de solo 19 años, definió dejarnos, irse, al igual que el Jonathan de Maca hace tres meses. Ellos se fueron como un gran número de jóvenes de esa barriada y de otras de Paraná, de la Provincia y del país. Muchísimos jóvenes que encuentran su final de la mano de uno de los mayores asesinos seriales de la historia de nuestra humanidad. Aquí sí hay acostumbramiento y negación, mientras el asesino acecha por nuestras calles, tal vez sea porque como sociedad nos desborda, definimos que a nosotros no nos va a tocar, muchos miran para otro lado, porque ni siquiera estos chicos asesinados figuran en ninguna estadística
El miércoles despedimos a Jonathan, y Macarena nos mostró que hay dolores a los que no nos vamos a acostumbrar, y eso está bien. Hay que hacerse fuerte y hablar del asesino, hay que describirlo y ponerle nombre y apellido. Ese maldito no es la soga, no es el vacío y la depresión que generan las malditas sustancias adictivas, que es su principal arma de ejecución, este maldito genocida es el Estado que, lejos de estar ausente, es un Estado presente.
Este Estado presente, dirigido por minorías a las que les va mas que bien, excluye a las inmensas mayorías, y deja a miles sin posibilidades de trabajar: los padres, o abuelos de nuestros Jonathan. Algunos de ellos se vinieron del campo expulsados por la concentración de la tierra y tampoco encontraron trabajo aquí. Este Estado presente es el que define “que vivan como puedan”, el que los deja a merced de la falta de expectativas de futuro, el que no los valora como el potencial de un país que necesita a miles de jóvenes productivos para transformarlo. Es este Estado presente el que no destina presupuesto en prevención de adicciones y define hablar de “consumos problemáticos”, así los pibes pueden ser tratados cuando ya están hasta las manos, por el único centro de atención que hay en toda nuestra provincia, y en donde sus trabajadores ya no dan abasto. Es este mismo Estado presente que, por complicidad en los distintos poderes que lo componen, no hace cumplir la ley y meter preso a quienes meten la falopa.
Conocimos a Jonathan hace pocos meses: un pibe sonriente, siempre de gorrita rapera. Lo conocimos porque era uno de miles que peleando por trabajo consiguió uno precarizado, y desmalezando su barrio por llevar el machete en la mano lo metieron preso. Este, nuestro Jonathan, que peleaba por trabajar, tenia familia, pareja y un bebé chiquito, se fue adentrando en la adicción hasta que el vacío lo aplastó.
Cuando falleció el Jonathan de Macarena, vimos que cada dos o tres meses pasan cosas similares. Esta vez fue mas cerca aún.
Con una sensación contradictoria por lo reciente del hecho, uno tiene que definir no neutralizarse, mucho menos naturalizarlo. La única salida real es saber que esto siempre va a doler y que sabiendo el nombre del asesino (este Estado presente de unas minorías) entre todos los de mayorías excluidas tenemos que trabajar constantes, firmes y, sin dudas, hacerle pagar a este asesino todos nuestros muertos de su felicidad.
Publicado por Río Bravo el 19 de julio de 2018.