"La droga es veneno, ¿hoy nos asombramos porque murieron 20 porque estaba en mal estado?". La frase, sencilla, sin grandilocuencias, la dijo un joven que esperaba afuera de un hospital de la provincia de Buenos Aires, entre los familiares de las personas intoxicadas con la cocaína cortada con piperidina. Expresa, a su modo, la gravedad de un fenómeno que no comienza cuando hay víctimas fatales y ni siquiera cuando de produce una internación por sobredosis.
La magnitud del problema, a menudo, no se ve reflejada plenamente en las estadísticas disponibles, como advierten desde el movimiento Ni Un Pibe Menos por la Droga.
Durante el 2019 se registraron 13.182 muertes por consumo, pero sabemos que fueron muchas más. Esa cifra oficial no...
Publicada por Ni un pibe menos por la droga Entre Rios en Viernes, 4 de febrero de 2022
Pensar en "reducción de daños" o "consumo responsable" puede ser un modo de enfocarse sólo en una parte del problema y quedarse sólo con la punta del iceberg (el consumo) sobre todo cuando —más allá de las concepciones naif sobre el uso "creativo" o "recreativo" de las drogas— el uso de sustancias psicoactivas es, por lo general, un mecanismo de evasión, el llenado de un vacío generado por una suma de necesidades materiales y/o afectivas insatisfechas. Implica también, dejar de lado que, como decía el psicólogo social Emilio Mustafá en una charla realizada a mediados de 2020, "el consumo de sustancias y las adicciones es un mecanismo de control social" y, en un sistema que promueve el escepticismo, el individualismo, el "sálvese quien pueda", que alienta la idea de que es imposible pensar en proyectos colectivos y en mejores condiciones de vida, "las drogas cumplen un papel esencial, que es la necesidad de aislar a los sujetos y fragmentarlos socialmente".
Sin ánimo de dar respuestas definitivas y cerradas sobre el tema, cabe al menos preguntarse, para problematizar al respecto: ¿Se puede pensar en consumo responsable cuando, cada vez más, niños de 8 o 9 años se inician en el consumo de alcohol, marihuana, paco o cocaína o cuando una de las principales características de la dependencia es la pérdida de la voluntad? ¿Hay posibilidad de distinción entre consumo problemático y no problemático cuando, en gran parte de los casos, la dependencia de esas sustancias va ligada a una falta de perspectivas de futuro? ¿No sería una manera de resignarse frente a las causas de las adicciones limitarse a la reducción de daños? ¿O en todo caso puede ser parte del abordaje inicial cuando la adicción ya es un hecho?
La droga, una herramienta de las clases dominantes
De modo similar a la idea de "control social" desarrollada por Mustafá, Javier Billordo, coordinador del movimiento en Ni un pibe menos por la droga en Entre Ríos, sostiene que la droga "es una herramienta de las clases dominantes para enchalecar la rebeldía de los jóvenes para poder pelear por otro futuro, por un proyecto de vida distinto, donde se pueda acceder a un trabajo y una vivienda digna, que son derechos que para conquistarlos es necesario organizarse".
Ante la falta de proyectos a futuro, ante la situación de carencias y necesidades, muchas veces la droga es una manera de escape de la realidad en que se vive: "Eso se expresa en su forma más cruenta con los intentos de suicidio pero también, en el caso de los gurises adolescentes y jóvenes, empiezan a consumir alcohol, marihuana o cocaína, para poder aguantar el sol de verano en el volcadero juntando basura. Es algo que se expresa y emerge del trabajo que realizamos en el lugar", graficó.
La experiencia se repite en muchos de los jóvenes que se acercan a buscar ayuda o de algún modo llegan a procesos de tratamiento para enfrentar las adicciones: llegan al consumo buscando una evasión de su realidad, la necesidad de drogas es cada vez más frecuente hasta que el límite económico los enfrenta a caminos espinosos: incurrir en situaciones delictivas para poder comprar o ingresar al circuito de la venta donde llegan a obtener hasta el 30 por ciento de las ventas realizadas. "Se genera todo un circuito y toda una realimentación de la situación que hace que muchos jóvenes pasen a ser soldaditos de los narcos o ingresen en el circuito de venta, porque no pueden conseguir trabajo, porque le queda es ir al volcadero a juntar unos pocos pesos que después, muchas veces, lo utilizan para consumir".
Una experiencia de prevención y abordaje integral
En julio de 2016, impulsado por diversas organizaciones políticas, sociales, gremiales y religiosas, nació el movimiento Ni un pibe menos por la droga, que lleva adelante un trabajo de prevención y abordaje de adicciones en numerosas ciudades y pueblos de la Argentina, con presencia en las ciudades de Paraná y Concordia.
"El movimiento se empezó a gestar a partir de varias situaciones que se habían dado en el país que fueron como un punto de quiebre", recordó Billordo en referencia a episodios como la muerte de seis jóvenes en la fiesta electrónica Time Warp, ocurrida en la ciudad de Buenos Aires en abril de 2016.
Lejos de entender las adicciones como un fenómeno aislado, Billordo – que también integra el Grupo de Estudios en Salud pública y Tecnologías Aplicadas de la Facultad de Ingeniería – sostiene que el inicio del consumo en niños, jóvenes y adolescentes expresa "un montón de carencias y necesidades no resueltas, no sólo materiales sino también vinculares, afectivas, emocionales, sociales"; necesidades que, especifica, "tienen que ver también con la falta de prevención, donde no se garantiza el acceso al deporte, la cultura, a la educación, al cuidado de la salud, que eso atraviesa a todos los sectores pero que principalmente se expresa con mayor profundidad en los barrios populares, donde los recursos que se destinan para que se garanticen todos estos derechos son realmente insuficientes.
En la zona del volcadero de la capital entrerriana, donde trabajan desde la Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario (CAAC) José Daniel Rodríguez, para el abordaje integral y preventivo de los problemas de consumos y las adicciones, es alarmante ver "gurises que a partir de los 11 o 12 años empiezan a experimentar con alcohol, algunos ya empiezan a consumir alita, que es una dosis de un gramo de cocaína cortada con cualquier cosa, incluso con Clonazepam, y lo que vemos que para estos gurises es muy difícil el acceso a practicar deportes en un club, sostenerse en la escuela porque muchas veces no tienen siquiera ropa. Hay también toda una situación con el tema del cuidado de la salud, algunos de muy chicos van a acompañar a su familia al volca para poder tener algún recurso para comer".
Ese contexto social, advierten, se agrava el consumo de drogas en los barrios populares por las necesidades y las carencias materiales que sufren muchas familias y por la insuficiencia de recursos estatales para garantizar el acceso a mecanismos de integración social como la cultura y el deporte y poder imaginar y construir proyectos de vida donde la idea de una vida y un trabajo dignos y el acceso a la salud y a la educación no son una utopía inalcanzable.
Actualmente desde el movimiento Ni un pibe menos por la droga llevan adelante una campaña nacional por la declaración de la emergencia en adicciones, para que el Estado destine los recursos necesarios para el abordaje de la problemática de consumo integralmente.
? Hoy participamos de la jornada nacional por la Emergencia en Adicciones del Movimiento Ni Un Pibe Menos Por La...
Publicada por Ni un pibe menos por la droga Entre Rios en Viernes, 28 de enero de 2022
Sin embargo, y precisamente por entender que el consumo de sustancias es un emergente de una realidad social acuciante para miles de personas, es que también impulsan y apoyan el proyecto de ley de Tierra, Techo y Trabajo –presentado por el diputado nacional Juan Carlos Alderete (PTP - Frente de Todos)– para abordar la problemática habitacional existente en los barrios populares y garantizar "un techo y una vivienda digna para miles de familias y para los más de 1,5 millón de jóvenes que son como el descarte de este Estado, no trabajan ni estudian y muchas veces no pueden proyectar un futuro distinto para su vida".
En esa lucha cuentan con participación y apoyo de organizaciones sociales, gremios, profesionales, trabajadores estatales y docentes y profesionales, que tienen contacto directo con la problemática en las escuelas, centros de salud y hospitales. A partir de esa pelea lograron obtener el financiamiento del programa de CAAC's que lo trabajan con el objetivo de un "abordaje integral, preventivo y comunitario del consumo de drogas y de las adicciones".
¿Que implica eso? Por un lado, tratan de dar respuesta a las necesidades alimentarias con comedores y merenderos; la prevención con escuelas de fútbol, apoyo escolar, un grupo de trabajo barrial para la prevención en violencia de género, batucadas y, en general, iniciativas que permitan trabajar en prevención con niños, adolescentes y jóvenes; capacitaciones en oficios que permitan pensar otro futuro y también con el tratamiento de las adicciones en si mismas "porque también es necesario dar respuesta al desborde que hay en el sistema de salud para el abordaje, en el acompañamiento de las personas que ya están con problemas de consumo, que están en la fase dependiente de la adicción y que acompañan con psicólogas/os, psiquiatra/os y acompañantes pares.
El objetivo es poder desarrollar un trabajo tanto de prevención como de acompañamiento y atención que permita, al menos en las zonas donde trabajan, "ir dando respuesta a la situación que es realmente preocupante porque sigue habiendo gurises que empiezan a consumir a muy temprana edad, intentos de suicidio asociados al consumo de sustancias y realmente son escasos los recursos que hay para el abordaje de esta situación que definimos como una pandemia social de consumo de sustancias".
A partir del desarrollo de la experiencia de Paraná, militantes de la Corriente Clasista y Combativa de Concordia, acompañados por profesionales y talleristas lograron la apertura de la CAAC "José Alejandro Sologuren", llamada así en homenaje al fundador y exdirigente de la organización que falleció el año pasado.
Publicado en Río Bravo el 10 de febrero de 2022