La empleada de la panadería hizo las cuentas y anunció: “Son ciento cincuenta y cinco pesos”. Apenas unas cosas dulces para el mate y los bizcochos para la mañana siguiente. Veinte años atrás me hubiera llevado hasta el mostrador por ese dinero. La reacción fue instantánea, casi inconsciente: le entregué una ballena y un San Martín, en peligro de extinción. La respuesta fue pensada: “Le devuelvo esto (en alusión al General de la Independencia) y este es su vuelto”. Un Rosas, dos Belgranos y un San Martín. Quise desprenderme de un hombre de Yapeyú y terminé con dos en la billetera. Al salir de la panadería me entró el remordimiento. ¿Cómo llegamos a esta fiebre por deshacernos del máximo prócer de nuestra Patria Grande?
I
Desde que el peso llegó para reemplazar a los australes hubo quienes sentimos pesar porque se le haya dado una denominación menor al héroe de la Independencia Latinoamericana. Mucha mejor suerte corrió Julio Argentino Roca, responsable del genocidio de pueblos originarios conocido como “Conquista del Desierto”, a quien le dieron nada menos que los cien pesos. De todas maneras, en la época del menemismo San Martín era el equivalente a Abraham Lincoln, y pasando de mano en mano entre los trabajadores, todavía alguien podía preguntarse quién había sido ese hombre. A partir de la fuga sangrienta de De la Rúa y la Mega Devaluación de Duhalde y Lavagna, comenzó el declive que hoy lo pone de frente al patíbulo.
II
No conforme con duplicar la deuda externa y pedir perdón a los españoles por la Independencia, el macrismo llevó adelante una Batalla Cultural por despojarnos de cualquier rastro de identidad nacional. Ese fue el espíritu a la hora de poner en circulación el equipo de los billetes del reino animal: guanaco, cóndor, taruca, ballena; y en la delantera, yaguareté y hornero. Cuando defendió esta medida, el jefe de Gabinete de Mauricio Macri, Marcos Peña, señaló la existencia de una obsesión “patológica” de los argentinos “por analizar la coyuntura en función del pasado”. Destacó que hubiera seres vivos, y “dejar la muerte atrás”. Una declaración de principios en un partido que tiene exponentes que niegan el terrorismo de Estado y los crímenes de lesa humanidad.
III
Aquellos que no tenemos ninguna intención de curarnos de nuestra enfermedad, vemos con dolor el ocaso del billete de San Martín. La pregunta que nos pueden hacer desde la Sociedad Protectora de Animales es para qué seguir recordando al hombre que dirigió junto a Bolívar la gesta libertaria del continente. ¿Se preocuparía San Martín por un eventual default, si el no pago de la deuda externa implica la libertad de los pueblos oprimidos? ¿Les echaría la culpa a los inmigrantes extranjeros por la falta de trabajo o la inseguridad? ¿Sería indiferente ante los compatriotas que revuelven la basura cada noche buscando un sustento? ¿Tomaría partido en alguna batalla que no ponga en juego la Independencia, sino los intereses de los extranjeros? Quizás lo más grande de San Martín es que nos ha legado muchas más obras que palabras. Por mi parte, pienso guardar sus últimos billetes como si fueran tesoros incalculables. Después de todo, la gente los trata como si estuvieran electrificados.